Cartas desde Mallorca (1 de 54)

Mar mediterráneo, ???? de ???? de 1.926.

Desde este inmenso mar azul, mecido por las olas de la felicidad, te escribo estas líneas. Voy rumbo a Mallorca en este viejo barco junto a una bella sirena que no me hechiza con su canto, pero sí con sus ojos, mi reciente esposa Isabel Pamiés. Poco tiempo ha de pasar, viejo amigo, antes de que la tierra firme nos salga al paso, con los brazos abiertos, a nuestra llegada a una isla cerrada a los visitantes que no la quieren entender. Comprendo, entonces, que para pisar el suelo mallorquín primero debiera merecerme su respeto, pues de no ser así, lo estaría pisoteando. Sobre las lúgubres profundidades celestes sobre las que surcamos las olas, no hay más que desasosiego impaciente por saber dónde debiera empezar a escribirte estas líneas, apagadas por el llanto de la sal, la neblina y el sol que derrite mis ideas asombradas en la sombra del mejor de los mastiles. El viento fresco, la brisa divagante, vagando por un cielo claro y espesos mis pensamientos. Gélida la mente, caliente el corazón, vacío el estómago. Inaudito. Me proyecto al futuro e intento imaginar como será esta estancia en Mallorca, sin entender, sin saber, quizás, que nada sucede nunca como esperábamos ni nada es tan diferente de la mayor sorpresa. Ni sorprendido ni indiferente, al final todo sigue su curso. Las estelas en la mar se borran y siempre son muy parecidas a las que instantes antes se desvanecieron ante nuestros incautos ojos. A la espera de la aventura cotidiana, pues el pan con chocolate solo es dulce para quien se sumerge en las saladas aguas del océano con la mirada de un niño sonriente sin dientes.

Poema de Navidad

Ding, dong, las campanas repican a muerto para los cochinillos, los pavos, los pollos y las gambas. Afligidos están, pues los invitan a una cena macabra a la que no quisieran asistir. Réquiem para un gallo devorado en familia. En el Corte Inglés sonrisas y cálidos adornos de color rojo; en la calle, tristeza y frio ocre. Nos quieren vender un trineo, porque ya es Navidad. Consumamos y engordemos sus bolsas de oro, incienso y mirra. Compremos su vino, su champany y tantos perfumes que no esconden el maloliente engaño. Participemos en el gran sorteo, porque es Navidad. ¿A quien le toca ser el décimo deshauciado del día por los bancos? Nos regalan calendarios, nos obsequian con sartenes, pero los usureros se quedan con nuestra casa y aún les seguimos debiendo un dinero que no tenemos.

Los gobernantes, en medio de este desgobierno indecente, quitan el pan al pueblo para dárselo a los financieros y, con nuestra sangre alimentamos su banquete en honor de la niña de don Marianito. Con el sorteo del Niño, vamos a ser agraciados con más desgraciadas medidas de austeridad. Austeridad de pan con gaseosa para los pobres; marisco y vino caro para el político y el banquero. El turrón será este año demasiado duro para nuestras dentaduras. Pero sonriamos, enseñemos los dientes carcomidos por la caries de la corrupción. ¡Es Navidad! No es que nos quieran más que cualquier otra época del año, pero ahora nos enseñan más que nunca sus afilados colmillos carroñeros. Famélicos acechan en nuestra mesa de Nochebuena. Vuelan maletines entre los hombres de mala voluntad, en las noches de paz y avaricia. A los culpables de la situación, el gobierno no les trae carbón; les da el fruto de nuestro trabajo. El pueblo aborregado en un rebaño pastando en el conformismo siempre es vencido. Y sometido. Otra vez viene el lobo, a alimentarse de nuestros despojos. ¡Pobres ovejas incautas, balándonos las unas a las otras, repitiéndonos frases sin convicción como loros! La hipocresía galopa a sus anchas en Navidad. En estas fechas tan entrañables, todos fingimos querernos más; ya habrá tiempo para sacarnos mútuamente las entrañas.

Desde un pesebre, mi borriquillo sigue en deuda tras el desahucio, pero no espera que venga a visitarlo ninguna virgen a punto de parir. Paridas, las que nos quieren hacer tragar en forma de hostia. Cuan indigesta puede ser la verdad. Yo quiero tener fe en la verdad y fantasía para soñar, pero no deseo tener fe en la fantasía. Todo es una fábula de esos señores de larga túnica y corta tolerancia a que les lleven la contaria. Presiden grandes catedrales, pomposos templos a la explotación del pobre. Someten la razón y la verdad, y nos embalan con un lacito púrpura sus mentidas. Sus privilegios y sus riquezas no son deseo del Señor. Convivieron con dictaduras asesinas, torturaron a herejes y bendijeron las guerras donde murieron hombres en nombre de su Dios. Critican el aborto al mismo tiempo que consienten la pena de muerte. Condenan el sexo entre dos hombres o entre dos mujeres. Imponen reglas al amor, las suyas. Adoran a la Virgen María, pero menosprecian a la mujer. Estos machistas no pagan impuestos, disfrutan de prebendas, influyen en las decisiones de gobiernos, nos dicen lo que está bien y lo que está mal, y nos bendicen con su falsa moralidad. Nos amenazan con el oscuro infierno abrasador, mientras comulgamos en la blanca nieve helada.

No quiero saber nada de las brasas eternas, solo quiero sentarme junto al fuego esta noche y hacerte el amor frente a la chimenea. No confío en la suerte de la lotería, afortunado soy de haberte conocido. No quiero que me regales un lote de colonias, solo quiero sentir el perfume de tu presencia. No me vengas con Reyes Magos, que soy republicano. No quiero escuchar el mensaje navideño de don Juan Carlos, prefiero oir tus ardientes susurros en mi oido. Enviemos a la mierda el consumismo, y consumámonos de pasión esta noche, ya que quizá mañana nieve sobre nuestro futuro.

RESC atados

Dibujo realizado por Sofío Madariago en mayo de 1936. Obsérvese el parecido de este desconocido personaje con nuestro actual presidente del gobierno.

Dibujo realizado por Sofío Madariago en mayo de 1936. Obsérvese el parecido de este desconocido personaje con nuestro actual presidente del gobierno.

Apareces una vez más, con mentiras, pinocho derechón. Contradices tus promesas, enmascaras las palabras y no las llamas por su nombre.

Ruin crisis, la del valor de no tener el suficiente valor. Sin el coraje de la prudencia cuando las vacas engordaban, nos queda el hambre de tiempos prósperos. Mariano, nos pones los cuernos, nos engañas, ocultas la verdad y la conviertes en un juego de definiciones de mentiroso.

Qué caridad más cara, Mariano, la que pagaremos los inocentes. Los que se llenaron el bolsillo a zarpas llenas, hoy nos arañan con sus uñas. Quieren nuestra sangre, para regar la tierra. El llanto silencioso no la hizo más fértil.

El riesgo de ser unos primos aumenta cada día, la prima de riesgo despega, hacia las estrellas lejanas. Pagaremos intereses, tú, vosotros, nosotros. Sin educación, sin sanidad, sin derechos… Malditos ladrones de guante blanco. Administrasteis mal nuestro futuro para asegurar el vuestro. Robasteis el pan del pueblo. Os enriquecisteis y las migajas… para nosotros, palomas incautas, hace ya tanto tiempo. Tanto tiempo…

Mientras no renunciáis a viajar en primera clase, nos pedís que nos sacrifiquemos. Mientras seguís con vuestros indignos sueldos vitalicios, nos negáis la vida digna.

Las lecciones de Esperanza son malas enseñanzas bajo la lluvia mediática. La chulería engreída de Mariano, el miedo a afrontar la realidad. Decís querer hacer las cosas como Dios manda, pero no hay dios al timón del gobierno que sepa qué rumbo tomar en medio de este mar embravecido, salpicando chispas a un barco de madera podrida y seca, untado por la mentira inflamable.

Dejad en paz a Dios, pecadores siniestros, grumetes de agua dulce, nos amargáis con vuestra santa y cristiana improvisación. Qué cruz, pues veníais como salvadores y no sois más que aduladores del diablo, o de una Angela teutónica. El infierno arde, la Roja levanta pasiones y… ¡Gol! Con una hábil vaselina, Mariano y su partido nos sodomiza, diez minutos antes que empiece el encuentro. Hambre y circo.

¿No es un rescate? ¿No? La verdad ha sido secuestrada; la opinión, manipulada; la esperanza, anegada; el futuro, maniatado.

Zaherida la noche, más oscura sin estrellas en el firmamento, las nubes se ciernen sobre las hipotecadas casas.

Sofío Madariago. 1936.

Poesía punzante

No escribo poesía para alabar a las florecillas,
pues tan ruidoso es el silencio resignado,
que no concibo palabras de color rosa sin espina.
Punzante es la poesía, grito nunca apagado,
arte para el pueblo, grabado en muros de indignación.
Es un juego sin reglas destinado a hacer trampas al dolor.

No hay más destino que el fugitivo futuro no escrito,
ni más pasado que el pesado olvido de la injusticia.
Sin paraguas chapoteo bajo la lluvia del compromiso.
Soy poeta con los pies en el suelo que acaricia,
pero no en los amarillentos charcos de orín apestoso,
aquellos que dejaron los perros guardianes del poderoso.

Cada verso, asonante, consonante, disonante o malsonante,
solo es palabrería, si no rima con el compromiso valiente.
Sin compromiso, poco más que una composición elegante.
Compromiso con la vida, con el amor, con la humilde gente,
con la razón, con el progreso, con la igualdad equitativa,
con la verdad, con la paz y con tus caricias esquivas.

Mi pluma no callará, y al viento vuelan cien poemas.
Gratuitos y caros, los prefiero a uno en la mano.
Cuervos en celo graznan, malditos, ante la luna llena,
que alumbra mi miedo febril al conformismo aletargado.
Mi pluma se alza en un cielo entintado con palabras fugaces.
Como un cazador apunto a ellas y despunto al alba mi boca,
cosida por las alas de la impaciencia de mis días rapaces.

Imposible que nos lo pongan fácil, si «Amén» decimos,
a negras sotanas que visten oscuramente la represión,
cuando en el miedo del pecador se sustenta el catecismo.
Si mis versos callaran ante esta Santa Inquisición,
me sentiría muerto antes de llegar al Santo Infierno.
No creo en madres virginales, pero sí en poesía incestuosa.
Hermanos, nos dan hostias y nos hacen comulgar su credo.

Imposible ser libres, si los sables se nos clavan en el alma,
mientras las banderas sirven para odiar al vecino ondeante.
Contra el desfile militar, palabras corretean indisciplinadas.
Contra los uniformes, el verbo aflora en un poema elegante.
No nos defienden, nos meten en sus guerras que nadie gana.
¿Medallas al valor? Prefiero el valor de una rima en la cama.

Imposible acabar con la pobreza, si gobierna el banquero.
Nos pagan con miseria estéril, nos roban el pan y la casa.
todo se compra y todo se arruina con el rico dinero,
con el que quieren embargar nuestra libertad siempre escasa.
Yo invierto mi palabra en una cuenta de poesía insolvente,
sin crédito, y deposito en la prosperidad mi interés creciente.

Sofío Madariago, 1947

No quiero SOPA

Sofío se autorretrató en este dibujo para ilustrar su poema "No quiero SOPA".

A la libertad, al viento fresco, a la ligereza de mi ser,
liviano en la brisa matutina, pesado descanso con gusto.
Dejadme en paz. No pretendáis entenderme. Yo no lo sé hacer.
Galopo, brinco, corro, río, lloro y meo detrás de un arbusto,
o delante, si ha de ser ante vuestros ojos y os salpico.
Libre soy, como un conejo; y esclavo soy, de tu conejito.

Ni soy un cabrito, ni soy un ángel, pero tengo las alas de éste,
y salto como ése libre entre las dudas y ligero de vergüenza ajena.
Feliz soy, desnudo ante el mar, aunque en mi culo la arena se mete,
puedo limpiarlo en un fresco océano salado, en las olas serenas,
y soltar pedos fétidos e impertinentes por mi locuaz boca,
que quisierais sellar con mierda perfumada de mentiras pastosas.

¿Queréis proteger mi libre albedrío? ¿Veláis por nuestras almas?
No me hagáis reír, vocingleros del silencio, siervos de la obscenidad.
Tras los limpios y blancos guantes, vuestras sucias y negras garras.
Al servicio del poderoso vivís y él ansía sepultar la voz de la verdad.

No defendéis ni a autores, ni derechos, ni verdades, ni pueblo llano,
verdugos mal pagados, deudores de sangre inocente a vuestro amo.

Atacáis nuestros derechos, nos convertís en criminales sin razón,
vosotros, carceleros mercenarios, vigilantes de mirada impía.
Fiel a mi infidelidad, yo clamo al adulterio contra la opresión.
pongámosles cuernos a esos cabrones, acostémonos con la osadía.
Levantémonos juntos, quitémonos la pesada manta del miedo,
porque a los pies de nuestra alcoba, aullan lobos hambrientos.

La censura en la red marcó las cartas del menú  injusto y legal.
Escupamos ese veneno líquido y caliente que nos han cocinado.
A sonrisa complaciente, empacho agrio, eructo sordo y diarrea letal.
Angustioso es tener que tragar sus heces como manjar refinado.
No quiero ese caldo, no me instruyáis en el arte de la nutrición,
pues ya sé que vuestros brebajes dan gases, y la SOPA ¡indigestión!

Sofío Madariago, 1941

Las palabras de Sofío Madariago son vigentes aún en nuestros días. Para aquell@s que no sepáis que es la ley SOPA, os aconsejamos ver este vídeo:

Las arboledas del orgullo

Dibujo realizado por Sofío para ilustrar este poema.

 

Camino por las calles, viejas, secas,
húmedas, de mi Almería natal, con los pies deshechos,
sin saber, sin pensar, quizás.
Ya no sé donde está mi borriquillo.

Lo busco entre las verdes praderas de los montes,
montes que antaño eran piedras en un camino sin salida;
porque no hay otro camino que el que está entre los árboles.
Comiendo caracoles, entre las flores, anduvo, saltó, brincó;
desafiante, audaz y alegre mi borriquillo.

Hoy, mi España se tiñe de azul, de mojigatería, de falsos santurrones.
Sin piedad, no hay pan ni turrones. Ni moralinas infantiles pueriles
entre las alcobas descastadas de viejos matorrales.

Sofío Madariago, 1943

Ingrato gato

Dibujo realizado por Sofío Madariago en 1943, para ilustrar este poema de 1928

INGRATO GATO


Ingrato gato, gato ingrato

Pelo erizado, el de mi cabeza marchita

Lluvia de orín en mi puerta cerrada

Abiertos los brazos a la desesperanza florecida

 

Ingrato gato, gato ingrato

Rascas vehemente las pulgas de mi corazón,

me arañas la ilusión, te comes mi sardina

Pardo en la noche, maúllas a la luna gris

 

Ingrato gato, gato ingrato

acomodado sobre mi almohada cálida

Siete por dos, catorce gotas de sudor gélido

Una vida te di y otra más, todo lo que tenía

 

Ingrato gato, grato ingrato

Un día mi cola se agitó en tu gatito negro

Aquel suculento aroma a pescado me atrajo,

Y me convertí en indefenso juguete en tus zarpas

 

Ingrato gato, gato ingrato

cazaste a un ratón, ya no tengo escapatoria

Con queso me la dieron tus ronroneos

Fugitivo tramposo, huyes sigiloso de mi desdicha

 

Ingrato gato, gato ingrato

¿Por qué vienes, felino gris, en mi busca?

El desdén es tu moneda; el odio, tu lúgubre recibo;

y tu ingratitud, el olvido que prende fuego a mi dolor

 

Sofío Madariago. 1928.